miércoles, 26 de septiembre de 2012


Ella, joven inexperta del amor, con el primerizo descubrimiento del mismo, se encontraba encandilada con aquel perfume de gardenias que dejaba camino en el andar de esa persona tan imposible.
Se dedicaba a observar cada gesto y a oír con atención cada palabra, a defender y valorar, ya que bucear en su personalidad representaba seguir en la búsqueda de un tesoro escondido, claro, con la esperanza de encontrarlo alguna vez.
La amistad había florecido de forma natural ante el consuelo ofrecido en un momento un poco triste y ese era un motivo por el cual se sentía realizada. Poder robarle pícaramente una sonrisa era su máximo anhelo… y también la felicidad de sus noches solitarias.


A veces, cuando las circunstancias no lo impedían, podían compartir algunos momentos y creía ver en su mirada el reflejo de una fantasía, imaginando cómo podrían reaccionar esos ojos negros ante una confesión repentina y sobre todo, prohibida.
Y es que los romances platónicos casi nunca llegan a un buen destino, pues un amor así ni siquiera tenía la posibilidad de ser aprobado, ya que una relación, aunque formal y verdadera, entre alumna y docente siempre daría que hablar… Ni mencionar si aquella locura se trataba de dos mujeres.

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