sábado, 13 de octubre de 2012

"ESPECIAL DE HALLOWEEN":
HISTORIAS DE TERROR PARA CONTAR 
 (lean a su propio riezgo)



NO TE FIES DE LA NIÑA
Esta historia que os vamos a contar le ocurrió a una amiga mia:
Un día Raquel salió del  como todos los días, pero ese día por alguna extraña razón decidió tomar un camino diferente. Después de  unos minutos, vio a una niña llorando y Raquel le preguntó que le pasaba. La niña señaló con el dedo una vieja  y entre lloros le explicó que su gato se había metido allí, la niña no quería ir a buscarlo, tenía miedo, se le veía muy aterrada. 
Amablemente Raquel, que era muy buena persona, decidió ayudar a la niña y buscar al gato. 
Al llegar a la entrada, la puerta estaba abierta, y no había nadie en la casa por lo que decidió entrar. Cuando entró la puerta se le cerró de golpe, a pesar de ello Raquel decidió continuar adelante, de pronto apareció el gato corriendo por las escaleras, Raquel lo siguió, al llegar al segundo piso, el gato estaba allí, en medio del pasillo mirándola fijamente, parecía como si el gato la hubiese esperado y cuando Raquel se le acercó para cogerlo, éste escapó hacia una habitación que tenía la puerta entreabierta. 
Al entrar en la habitación, Raquel se quedó sorprendida, era la habitación de una niña, tenía las paredes forradas de papel rosa y las estanterías llenas de preciosas muñecas que miraban fijamente a los intrusos. Pero Raquel no se sorprendió por la cantidad de juguetes que habían en la casa, ni tampoco porque un caballito de cartón balanceaba solo misteriosamente. La habitación, a diferencia del resto de la casa, estaba nueva, como si el tiempo no hubiese pasado. 
De pronto fijó la mirada en una foto, se podía ver a una familia, al parecer el padre, la madre y su hija, la niña que ahora estaba allí en la calle esperando que le trajese a su gatito. 
Raquel se empezó a asustar de verdad, todo esto ya no le gustaba, así que decidió volver sin el gato y escapar de aquella casa antes de que ocurriese algo. Al darse la vuelta para salir, ahí estaba la niña, ensangrentada y llorando: 
¡ELLOS ME MATARON!, ¡Y TAMBIEN LO HARAN CONTIGO! 
Al día siguiente encontraron el cuerpo de Raquel, igual como se encontró el de aquella niña muchos años atrás. 
Os preguntaréis como sé esta historia. Yo soy aquella niña y quiero que me traigas a mi gato…


LA MUJER DEL PASILLO
Una noche de Halloween, por hacer algo de miedo, jugamos a la Ouija, cosa de la que siempre me arrepentiré. La noche era fría, en el ambiente se notaba un aroma extraño, no sé definirlo con palabras; unos amigos y yo buscamos una vieja Ouija que mi familia siempre ha tenido guardada... Era de mi bisabuela, la cual había muerto cuando yo aún no había nacido, y siempre había querido conocerla. Mis amigos hacían eso por diversión, yo por un fin, puesto que quería hablar con mi bisabuela.
La sesión comenzó, entre risas mis amigos bromeaban, yo estaba muy serio, concentrado, pero ellos no lo notaron, hasta que cayó un rayo que iluminó toda la habitación oscura, seguido de un trueno, que estremeció hasta el último de mis huesos. Asustados por el rayo, mis amigos, se quedaron en silencio, como yo, concentrándose, de repente, el puntero de la Ouija comenzó a moverse. Preguntamos alunísono, quién era, pero no respondió.
El puntero se movía sin cesar de un lado para otro, sin formar palabras. Al final paró, y lentamente, formó las siguientes palabras: "stoy yendo a por vosotros".
Era una mujer, que estaba en el pasillo y gritaba por entrar a mi habitación. El cerrojo estaba echado, no podía entrar, pero parecía que iba a tirar la puerta abajo.
La mujer gritaba desesperada, la puerta iba a caer, así que empujamos la cama para atrancarla. La mujer cada vez más desesperada, gritaba mi nombre. Yo tuve el impulso de abrir la puerta, pero me contuve, esos gritos eran desesperados. 
Entonces me di cuenta: Era mi bisabuela; algo me lo decía, aunque no podía explicar cómo lo sabía. 
Me lancé a abrir la puerta, quería verla, tenía que verla, pero mis amigos me agarraron. Los gritos cesaron, una de mis amigas, tuvo un ataque de nervios. Nos acercamos a consolarla, pero una voz grave y fuerte salió de ella diciendo que no nos acercáramos. Nos quedamos de piedra. 
La mujer del pasillo comenzó a gritar de nuevo: "¡Os lo advertí, y no me hicisteis
caso, ahora moriréis!". Mi amiga comenzó a moverse de un lado a otro, diciendo que nos mataría. Intentamos abrir la puerta pero no pudimos. Los gritos volvieron a cesar, conseguimos abrir la puerta, yo salí primero, pero se cerró detrás de mí. Oí los gritos aterrorizados de mis amigos, histéricos, pidiendo socorro, dando patadas a la puerta para abrirla. 
Escribo mi historia, cuarenta y cinco años después de que ocurriera, pues acabo de salir de la cárcel, culpado por el asesinato de mis amigos, los cuales encontré muertos cuando conseguí abrir la puerta de mi habitación.

EL PSICOPATA
Una noche Max y Suzanne transitaban en coche una estrecha y pedregosacarretera –si es que podía llamarse así- a lo largo de un extenso desierto queparecía situarse en los confines del mundo, ambos llevaban meses de noviazgo y comojóvenes que eran uno de sus principales fines ulteriores era hacer escapadas paralibrarse temporalmente del estrés de sus insignificantes vidas rutinarias, paliabansus ansias de aventura mediante esas salidas que solían hacer los fines de semana,normalmente llevaban consigo algunos colegas, pero aquella vez no sería así,estarían sólo ellos, sin curiosos, cosa que ambos agradecieron pero que poco despuésambos acabarían lamentándolo muy profundamente, sobretodo él, porque ¿puede acaso unmuerto lamentar su propia muerte?Las estrellas abarrotaban el cielo como cientos de hogueras en la bóveda celeste,llevaban horas sin ver ningún rastro de vida humana, de vez en cuando algún cocheabandonado en el arcén y algún que otro tétrico hostal con una o dos lucesencendidas que más bien parecían una abandonada casa del terror habitada porvampiros. Max puso la radio y tras un rato de música fue interrumpido por unaespecie de avance informativo nocturno que comentaba la inexplicable fuga de unpeligroso criminal y depravado sexual que por lo visto era bien conocido en laregión por ser un violador en serie, las pocas mujeres de la región llevaban largotiempo sintiéndose con seguridad para transitar aquellas siniestras zonas, pocoadecuadas para una chica por la gran cantidad de borrachos, violadores y camionerosdepravados que transitaban las escasas gasolineras y bares que allí había; cuandodieron el nombre del asesino una inminente oleada de pánico inundó la columnavertebral de Max, se puso pálido como el mármol y hasta sintió nauseas que lellevaron a tener que parar el coche rápidamente y salirse del vehículo para tomaraire fresco, no sin antes de que su amada, Suzanne, le preguntara la causa de sualteración, Max se lo explicó: “Oh! Si yo te contara, ese peligroso asesino es lacausa de que noche tras noche terribles pesadillas abarquen mi mente y despierte ensudores fríos, estoy seguro de que ese hombre ha estado pensando en la forma máscruel de matarme desde que entró en la cárcel, ya que desgraciadamente fui yo quiénhice que le detuvieran, lo encontré entrando en un puticlub de carretera situado aunas 30 millas de aquí y yo informé a las autoridades locales de que le detuvieran,aún recuerdo esa terrible mirada provista de odio y de rojizos ojos maquiavélicos,no dijo más nada, pero aquella mirada fue suficiente para darme a entender de quetarde o temprano saldría de la cárcel como fuera y me buscaría para asesinarme hastael fin del mundo si hiciera falta.”Max salió del coche y para tranquilizarse un poco sacó un cigarrillo que se fumólentamente, la certeza de que el protagonista de sus peores pesadillas estuvieralibre y muy probablemente en aquél momento buscándole le causó un gran terror,finalmente intentó olvidarlo un poco y se sintió mejor, tiró el cigarrillo y sevolvió al coche: “Bueno, ya se me ha olvidado un poco, prosigamos” dijo Max, cuandoeste intentó poner el vehículo en marcha no pudo, cosa que le extrañó, salió y abrióel capó para ver si podía determinar el origen del problema: “ Otra aventura más”pensó él, pero lo que el no sabría es que iba a ser la última, llamó a Suzanne, perono contestó, creyó que se había quedado dormida, así que se acercó al asiento delcopiloto y se percató de que Suzanne no estaba, Max comenzó a temblar y atambalearse del miedo, olía a whisky, no vio a su novia por ninguna parte, así quecogió la linterna y se internó entre los arbustos, vio un reguero de sangre que lellevó por un largo camino, apuntó con la linterna el reguero de sangre y lejos alfinal divisó una forma redonda y oscura, se acercó corriendo frenéticamente y casise desmayó al ver que se trataba de la cabeza de su mujer arrancada brutalmente conuna expresión de terror en la cara, de pronto su linterna se apagó y quedó sumido enuna impenetrable oscuridad, estaba aterrorizado, casi sin quererlo pisó algo duro enel suelo, lo cogió con cuidado, se trataba de una grabadora y algo más… un revolver!Cuando puso la grabadora una voz ruda y espantosa habló: “Te dejo la cabeza derecuerdo, gracias por el cuerpo…jajajaja…ahora podré satisfacer…hmm… misnecesidades… jajajaja , ahí tienes un regalito para que hagas los honores por mí,para que luego digas que soy un hombre malo…jajajaja.” Max lo comprendió, sabía queiba a morir de una forma horrible antes de llegar al vehículo, así que rápidamentecogió el revolver, se metió el cañón en la boca y disparó.

LA NIÑA DEL ESCONDITE
Era una tarde nublada del mes de Noviembre, había quedado con mis amigos, era el cumpleaños de uno de ellos en la quinta de San Eutiquio (un club de fútbol), salí de casa con mis padres, me acercaron hasta la casa de uno de mis amigos el cual nos llevaría a todos hasta la villa del club. 
Todo eran risas y nos lo estábamos pasando muy bien, primero en el coche, íbamos bastante apretados, a mi me había tocado ventanilla. Recuerdo que íbamos hablando de una canción que escuchábamos en la radio una bastante antigua yo a la vez que hablaba pues iba mirando por la ventana, la velocidad del coche no era mucha pero si se puede decir que íbamos rápido. Nos acercábamos a la zona de la villa, en el extrarradio de la ciudad, casas con jardín, chales, las cuales suelen tener un muro de protección, sobre todo las que están cerca de la carretera.
De repente, todos nos callamos, no por nada en especial, sino porque la conversación ya había acabado y punto. Mire por la ventanilla y al pasar rápido por un muro me pareció ver una cara, na imaginaciones mías, pero... no se, tenia una sensación un poco extraña. Llegamos a el club, nos pusimos a jugar a fútbol un poco pero enseguida tuvimos que parar .El cielo ennegrecía y comenzó a llover, nos metimos en la zona de las mesas, donde merendaríamos algo, como era invierno hacia fresquillo y anocheció enseguida, al acabar con los regalos, y la comida salimos afuera, había parado de llover y ya era de noche cerrado casi. Nos aburríamos un poco y se nos ocurrió jugar al escondite nocturno, ya que teníamos un espacio estupendo, porque a parte de los campos de fútbol había un extenso prado con árboles arbustos...etc.
Todo iba muy bien, nos lo estábamos pasando de cine. Daba un poco de mal rollo cuando te quedabas a contar pero como siempre tenias cerca al graciosillo que hace algo de trampa para ganar, pues no daba tanto miedo. Casi siempre perdía yo, hasta que de una vez que me toco esconderme, me fui lejos, muy apartado del resto del grupo, casi a los limites de la villa. No oía nada , solo el mecer del viento con los árboles ni las voces de mis amigos , ni un coche pasar , NADA...... agachado detrás de un arbusto empecé a tener la sensación de: esto no me gusta , cuando decidí irme de el sitio y aunque perdiese , dejar de pasar miedo , pero el viento se paro repentinamente aunque.... los columpios se mecían ellos solos....ya me estaba empezando a asustar de verdad mire hacia mis alrededores, sombras....ya me iba a ir de vuelta con mis amigos cuando de pronto oigo un silbido de una niña, un silbido con la misma melodía una y otra vez y otra y otra..... asustado corrí con mis amigos y se lo conté todo ,solo uno de ellos me creyó, los otros decían que había sido un hierro chirriante pero yo os aseguro que lo que oí no era nada de eso, sino que era el silbido de aquella niña, nos montamos en el coche y al alejarnos mire por la ventanilla hacia los columpios y ahí estaba...una niña pequeña vestida con un camisón blanco, pelo negro y corto, los ojos eran rojos y brillantes y se reía mientras se balanceaba en el columpio mirándome, quite la vista y se lo conté al amigo que me había creído.... esa noche no dormí nada bien y lo poco que conseguí conciliar el sueño soñé con aquella maldita niña que tantos quebraderos de cabeza me había provocado.... la pregunta es: ¿quien era esa niña? ¿estaría viva? porque me eligió a mi? ¿significaba algo esa melodía?....os puede sonar a una chorrada esta historia que acabáis de leer pero yo os aseguro que la viví y no fue una experiencia muy agradable.
NO LO LEAS
Era una fría y oscura tarde de invierno, estaba un poco mareado. Así que decidí acostarme, no eran más de las seis, pero así lo hice.
Me encontraba en una larga y oscura sala en la cual abundaban los libros de magia negra y brujería, en ese instante se me vinieron las débiles palabras de mi abuelo Mauricio antes de morir: “no lo leas”, yo no le encontraba sentido a esas pocas palabras, así que decidí explorar la gran sala. 
A medida que avanzaba una débil brisa me producía escalofríos, seguía caminando hasta llegar a un camino sin salida y adornada con una estatua de marfil, era muy raro ya que en el suelo había dibujado un tablero de la famosa ouija y en la parte posterior habían dibujado unas palabras escritas en latín o eso era lo que yo pensaba, comencé a leerlas aunque me costaba mucho trabajo…fue entonces cuando escuchaba unas voces de fondo que me decían: Pedro despierta, ¡¡¡¡Pedro quieres despertarte de una vezzzz….!!!!
De repente di un sobresalto y mi madre y yo nos pegamos un chocazo en la cabeza y a
ambos nos salió un gran “chichón”.
Decidí ir esa noche a la discoteca para despejarme un poco con mi amiga Carmen y le conté el extraño sueño, ella no paraba de reírse, en cambio yo no le veía la gracia pues tenía el presentimiento de que algo no muy bueno iba a ocurrir. No paraba de pesar en las dichosas palabras de mi abuelo así que decidí preguntarle a mi padre la causa del fallecimiento de mi abuelo, se quedó muy pensativo durante varios segundos y me dijo que eso ya me lo iría contando con el paso de los años, pero yo le dije que quería saberlo en ese mismo instante, pues una cosa muy extraña relacionada con sus últimas palabras me
estaba ocurriendo y me preguntó que era y de nuevo expliqué mi sueño y se dio la vuelta sin decirme palabra en el resto de la mañana.
Al día siguiente, me enteré de que mi abuela había muerto en un accidente de tráfico cuando se dirigía a mi casa… fue entonces cuando mi padre me explicó la causa del fallecimiento de mi querido abuelo: Había muerto 12 horas más tarde de hacer la ouija pero la causa no se llegó a saber aunque mi padre me dijo también: “no lo leas” y desde entonces mi padre piensa que fue porque él había leído algo que no tenía que haber leído. Yo también lo pensé y en ese mismo instante vi una sombra pasar a mi lado, el miedo me invadió de repente, no podía moverme, quería seguir a la sombra pero algo en mi interior me decía que no lo hiciera, me armé de valor y la seguí, salió de mi casa y me llevó a un lugar en el cual yo nunca había estado, otra sombra pasó por mi lado y sentí un gran escalofrío como el que sentí en aquel sueño tan extraño…la sombra entró en una casa totalmente deshabitada, yo tenía más miedo que antes y sin saber por qué me desmayé y mi cabeza pegó un porrazo contra el duro asfalto de la carretera…
Hacía mucho frío, allí estaba mi abuelo, corrí hacía él pero era imposible alcanzarlo, a medida que corría, su cuerpo se alejaba más y más… y sólo escuché unas palabras que me dijeron: no te comuniques con mi mundo, es muy peligroso, ya lo entendía, todo encajaba, mi abuelo se encontraba encima de un misterioso tablero que era el de la ouija y éste me quería decir que no jugará con esas cosas.
Me encontraba tendido en el jardín de la misma todo había sido un sueño y vi que algo turbio estaba asomado a la ventana de la última planta de la casa. Me armé de valor y decidí entrar…me encontraba en la famosa sala y todo estaba ahora lleno de extrañas sombras que se movían con una gran lentitud…estando ya encima del tablero donde pude distinguir las extrañas palabras que mi abuelo me dijo que no leyera, pero no le eché cuenta y las leí, sentía como si mi alma no pudiera con mi cuerpo, estaba muy cansado, sentía como si me rajaran todo el cuerpo, como si me quitaran la vida, y así fue, allí estaba mi abuelo, riéndose a carcajadas, yo no lo entendía pero fue cuando él gritó las mismas palabras que estaban escritas sobre el tablero: “Si vous estez que reler la paser no pooyiez de la vier”, ahora si que lo entendía todo mi abuelo sabía que más tarde o más temprano las leería(pues el ser humano es así de curioso y estúpido) así que dijo que no lo leyéramos para hacer que pareciera que era muy inocente y que quería salvarnos, pero allí estaba yo muerto sin poder hacer nada y mis últimas palabras fueron: “no lo leas”, esperando a que otro tonto lo leyera para reencarnarme en su propio cuerpo….
“…el mayor error de todos fue que la leyenda dice que será castigado todo aquel que
lo leyera, así que desafortunados ya sabéis lo que os espera…”.
HALLOWEEN - OUIJA Y LETRAS PEQUEÑAS
Todo seguía según lo previsto en la víspera de Halloween. Inexplicablemente, había sido elegido por la dudosa fortuna para organizar la fiesta otro año más. Y la calificaba de tal modo porque sospechaba de mis tres íntimos amigos de toda la vida. Cuatro veces seguidas eran demasiadas. No es que me importara demasiado prepararlo todo, pero sentía que se burlaban de mí a mis espaldas. En esta ocasión, sería Dave Morris el que pasaría una noche terroríficamente divertida.


Las farolas no se demoraron en Royal Street. En la calle, los más pequeños, disfrazados de seres de pesadilla, disfrutaban con gran júbilo de la mágica noche de los difuntos. Iban de puerta en puerta con el tradicional “Trick or Treat” llenándose los enormes bolsones de caramelos, pastas y chocolatinas. En las viviendas, las habitaciones estaban decoradas con precisión para crear ambiente, donde no faltaba la parafernalia habitual encumbrada por las tarántulas colgantes del techo, las brujas estampadas en las paredes y las inquietantes calabazas incandescentes de tétrica estampa. Mi madre y mi hermano habían salido con la vecina Morgan y no volverían hasta entrada la madrugada, por lo que nada ni nadie podría estropear mi broma sublimemente perpetrada.
Por fin llegaron las once en punto. El timbre, manipulado para tan especial momento, sonó como si fuese un lobo aullando a la luna enlutada que honraba con su presencia. Me cercioré de que todo estaba dispuesto y abrí la puerta. Delante de mí, Joseph, vestido de espantapájaros, azotaba a Edward y a su hermano Jonathan con un ramal de paja, mientras éstos, de vampiros, rechazaban sus vaivenes con la mano y le despojaban de su otro brazo prefabricado. Después de pedirles que terminaran con sus jueguecitos de críos, eché la llave y pasamos al salón de bienvenida. Fue entonces cuando comencé a experimentar una sensación de cierta maldad en mí difícil de describir. Sus rostros, risueños y despreocupados, se tornaron serios y rígidos al verse sumergidos en una oscuridad espesa, débilmente atenuada con una docena de velas dispuestas en círculo sobre el mesón de caoba. Se miraron los unos a los otros como si no entendieran qué demonios significaba aquello, y Joseph, que solía ser la voz cantante del grupo, balbuceó:
–Da… Dave, esto da miedo de verdad, amigo, te has lucido con la presentación, pero no se ve bien con poca luz, será mejor que…
–¿Estoy oyendo bien? –le interrumpí–. Un espantapájaros… ¿espantado? Descuida. La luz es la adecuada para esta magnífica velada. Podéis sentaros en el sofá y comer algunos dulces de la calabaza, en la mesilla. Ahora vuelvo.
–Pero Dave, ¿no vamos a salir de casa en casa como siempre o…?
–Que no, Edward, esta vez nos divertiremos con un juego… especial. El que quiera marcharse ya sabe donde está la salida. Una vez iniciada la sesión no es recomendable dejarla a medias –fingí enfadarme mientras negaba con el dedo índice
Alejándome de los tres pobres asustados, subí las escaleras y entré en mi dormitorio. Me encaminé al armario y busqué entre la multitud de libros el juego mesa durante unos instantes. Ya en mis manos, regresé al salón mientras los chicos observaban absortos el programa Entrevista con el vampiro de Castle Royal. Entonces, aguándoles los minutos de relajación que se habían permitido, apagué el televisor y reclamé su atención entonando una carcajada malévola:
-Ouija. El juego conocido por todos donde un grupo de personas procura comunicarse con el más allá. El funcionamiento es claro: alentar la aparición de entidades espirituales por medio de preguntas concretas. Como reglas a tener en cuenta, dos: nunca se debe provocar a la entidad ni abandonar si el espíritu en cuestión no lo considera oportuno.
Los semblantes incrédulos de mis amigos no lograron articular gesto. Atenazados, tal vez, por la influencia imperceptible del tablero místico invocador, se encontraban los tres en una pose demoledora, con piernas y brazos entrecruzados sin pestañear lo más mínimo, atentos a cada uno de mis movimientos mientras preparaba la escena. Situé la tabla en el centro del mesón, rodeada de las doces velas, y me senté en el sillón de terciopelo individual con reposabrazos para zurdos. Acto seguido, primero Joseph, y justo después Edward y Jonathan simultáneamente, se arrimaron para alcanzar a ver mejor.


–Comencemos. Necesitamos concentrarnos para evocar espíritus. Para ello, nos cogeremos de las manos, cerraremos los ojos e intentaremos dejar la mente en blanco.
Tras considerar que la primera fase de sugestión a la que estaba sometiéndoles era suficiente, proseguí:
–Bien. Ahora, coloraremos nuestros dedos sobre el indicador e iniciaremos el contacto. 
El tablero era clásico. Las letras, divididas en dos grupos arqueados, estaban custodiadas desde las esquinas por seres y astros antropomorfos. Tampoco faltaba la numeración del uno al nueve y el “good bye”.
Una de las velas se consumió por completo esculpiendo en sus cenizas una sugerente figura. Miré alternativamente a cada uno y luego me cercioré de si estaban preparados. Tras esto, decidí dar comienzo la sesión:
–¿Hay alguien ahí? ¡Habla para que podamos escuchar! –exclamé con vehemencia para imprimir más veracidad
Silencio sepulcral. Tanto era así que las palabras aún resonaban en mis tímpanos. Las llamas vibraron y Joseph soltó un chillido nervioso que asustó a los hermanos, ambos cariacontecidos. El ambiente, cargado de una tensión casi palpable, resultaba asfixiante por la respiración contenida de los tres, pendientes de que la tablilla indicadora reaccionase. 
Aprovechando el estado de ensoñación en que estábamos inmersos, con movimiento sutil y calmado, desplacé el testigo hasta la consiguiente respuesta: 
“S – I”
Edward se llevó la mano a la boca y los otros dos parecieron tragar saliva, con los brazos tiesos sin despegarlos de la tablilla. Mi leve sonrisa, que después recompuse por un gesto más acorde, mostraba la felicidad que seguro habían sentido ellos cuando hacían trampa en el sorteo de nombres, pero la mía era maquiavélica. Tal vez había descubierto un hobby; tal vez me gustaba infundir temor. Luchando por no revelar esa emoción cada vez más dominante, continué con la farsa:
–¿Eres un mensajero de Dios? ¿Un mensajero del Diablo?
Con una desatada rapidez sorprendiéndome a mí mismo, moví con habilidad hasta formar las palabras de ultratumba. El sonido al rasgar la madera macilenta era tan auténtico que me erizó el poco vello viviente en mi cara.
“S - O - Y - U - N - E - S - P - I - R - I - T - U - E - R - R - A - N - T – E”
–¿Eres bondadoso? –inquirió Jonathan de improviso de un salto, antes de que pudiera seguir con mi guión preestablecido.
En ese preciso momento, decidí avivar aún más la llama del miedo. Apesadumbrados por una oscuridad impregnada hasta los huesos, era la hora de los efectos paranormales. Actuando con la presteza del buen mago, accioné un botón bajo la mesa que removió la misma. El repiqueteo del testigo indicador sobre la ouija hizo que Joseph y Edward quitaran de inmediato sus dedos y separaran la mano de Jonathan, que todavía mantenía posada a merced de una profunda sugestión. Aquello me excitaba. Me sentía poderoso y todavía quería más. Por primera vez en mucho tiempo, no sentía remordimientos con ejercer de siervo del mal. La broma, la gran broma, estaba resultando tremendamente satisfactoria. Pero aún quedaba la traca final. La guinda estaba aún por llegar.
“N - U - N - C – A”
Enderecé las velas caídas e intenté calmar a los chicos, que dando palos de ciego, buscaban el interruptor como si fuese lo último en vida. Les dije que no podían abandonar, pero ellos hicieron caso omiso de mis advertencias. 

–¡Vayámonos de aquí, es un espíritu maligno, es un demonio! –gritó Joseph desencajado y casi sin voz
–Jonh… Jonhatan, ¿dónde estás? ¡¿Dónde estás, Jonathan?! ¡Por Dios, dime algo…!
Aprovechando el desconcierto reinante e imposible de detener, aproveché para dar el toque maestro, a pesar de que me hubiera gustado alargar más el juego:
–Espíritu… ¡manifiéstate, manifiéstate!


El chasquido seco del pomo de la puerta de entrada paralizó el caos. Un chirrido infinito arañó la estancia, enmudeciéndonos. Bajo el dintel, la efímera silueta de una mujer apareció. Miraba con ojos tiernos a la nada; feliz, inocua. Probablemente, era lo más hermoso que había visto en mi vida. Joseph, Edward y Jonathan permanecían estáticos, casi catatónicos. Sin lugar a dudas, la aparición estelar a cargo de la tienda de bromas Halloween’s Jokes estaba siendo ejecutada con maestría. Los rostros pétreos de mis amigos bien valían una foto para recordarles sus trampas. Corrí al dormitorio y saqué del segundo cajón del escritorio la cámara instantánea. Una vez comprobado el carrete, salí disparado directo a por la captura que serviría como seguro por si querían devolvérmela en un futuro. Cuando llegué no había nadie. Ni rastro del actor ni de los chicos. En ese momento maldije mi tardanza.
A la mañana siguiente, de camino al Instituto, recibí la llamada de Edward. Su voz sonaba lejana. Intenté pegar el oído al auricular pero resultó en vano. Miré la batería y observé que estaba completa. Seguí intentando, aunque no hubo manera de conseguir discernir algo claro, así que no tuve más remedio que desistir. Giré por la calle Boulevar Street y luego atravesé el parque nacional. Los barrenderos se empleaban a fondo para recoger toda la basura de la noche.
Miré la hora. Iba bien de tiempo y decidí pasarme por la tienda para felicitar su gran labor; desde luego, se habían portado con la puesta en escena y el tablero trucado. Al doblar la esquina, me extrañé al ver que la tienda, a estas horas, aún estaba cerrada. Poco después un mensaje llegaría al móvil. Lo leí incrédulo y sin entender qué demonios significaba:
Gracias por prestar su servicio a Halloween’s Jokes. Las almas de sus víctimas pasarán reconocimiento antes de formar parte de la plantilla de entidades evocadas a través del tablero ouija, tal como usted, el firmante, estableció tras firmar el contrato. 
Sinceramente, Linda Blair, directora de Halloween’s Jokes 
Aún alucinado con aquello, saqué de la cartera la copia del contrato. Leí rápidamente de arriba abajo, incluida la letra pequeña. Aquello debía tratarse de una broma. Otra de las bromas genuinas de la tienda. No podía haber vendido las almas de mis tres amigos por no leer… la letra pequeña.
 ESTAS SOL@
Elvira era una niña de unos diez años que no tenía papá, su mamá trabajaba todo el tiempo por lo que tenía que dejar a su hija sola en casa, pero una noche, sintió un escalofrío y tuvo
miedo de dejarla sola, pero como no podía dejar su trabajo ya que era su único sustento decidió irse.
"voy a llamarte cada 2 horas para ver como estas y no le abras a nadie, cuando llegue tocaré la puerta tres veces".
La madre cerró la puerta y se marchó, Elvira, asustada y sola decidió dormir para que pasara el tiempo sin darse apenas cuenta .
Al poco rato, el teléfono sonó despertando a la niña, se levantó del sillón y apresurada cogió el teléfono con la esperanza de escuchar la dulce voz de su madre:
- Mamá, ¿Eres tu?, ¿mamá?,¿mamá?....
Pero nadie contestó. Desilusionada y asustada colgó el teléfono y se fue a la cama mientras se tranquilizaba para quitar importancia a lo ocurrido.
- Después de todo la llamada se habrá cortado. Pensó Elvira.
De pronto, antes de que se acostase el teléfono volvió a sonar, al llegar y descolgarlo:
-¡Bueno..mamá no es gracioso contesta..mamá, estas asustándome!.
Elvira colgó de nuevo el teléfono y regresó a la cama, esta vez más asustada.
De pronto llamaron la puerta TOC TOC pero no hubo una tercera vez por
lo que Elvira decidió no abrir ya que su madre le había dicho que tocaría tres veces.
Al caer la noche la madre no había regresado y Elvira empezó a preocuparse y de nuevo el teléfono sonó.
-Bueno..mamá, ya es tarde ven a casa.
Del otro extremo del teléfono sólo se escuchó:
-Tu estas sola ahora.
Elvira colgó rápidamente el teléfono desesperada empezó a llorar corrió hacia la puerta para ir con alguno de sus vecinos para que llamaran a la policía, pero al salir Elvira encontró el cuerpo de su madre tirado en el suelo, ensangrentado, desgarrado totalmente, sus piernas horriblemente torcidas hacia ambos lados, sus brazos
quebrados como si un trailer hubiese pasado varias veces por encima.
Elvira no pudo resistir el tremendo impacto y cayó desmallada perdiendo el conocimiento, cuando despertó. Cuando despertó ya estaba en un centro de psicología infantil.
Aunque la ayudaron a superar la traumática experiencia, ella no dejaba de soñar con esa voz que le decía una y otra vez:
- Tu estás sola ahora…
Los psicólogos creían que Elvira había sido la culpable de la muerte de su madre, pero Elvira pensaba que eso no era cierto.
Elvira quería mucho a su madre y soñaba todos los días con ella.
Hoy aunque han pasado diez años de aquel trágico incidente, Elvira sigue en tratamiento y totalmente traumatizada en un centro psicológico.
¿Qué como se todo esto?, simplemente porque yo soy Elvira y quiero decirte a ti que estás leyendo estas lineas:
- TU ESTAS SOL@ AHORA.
 TENGO UNA MUÑECA
El anciano Mr. Kirby, tras el recuento de la recaudación diaria, salió de su tienda, con intención de volver a casa, junto a su esposa. Cerró la puerta del establecimiento y, silbando una alegre tonadilla, se alejó calle abajo, a duras penas iluminado por la escasa luz de las farolas.
Atrás dejaba la tienda, después de diez horas de trabajo. Era un local grande, aunque Kirby había conseguido convertirlo en un lugar acogedor, a pesar de su tamaño, y el polvo se acumulaba sobre las estanterías, a veces incluso semanas enteras, hasta que la esposa del anciano, se decidía a visitar el lugar, y las limpiaba, sin hacer caso de las protestas de su marido, quien aseguraba que, el polvo, le daba a la tienda un aire más digno, más antiguo, pues, en el establecimiento, había montado Kirby su prospero negocio de antigüedades y cosas raras. Allí podías encontrar casi cualquier cosa: Desde una vieja plancha de hierro fundido que, tal vez, perteneció al Presidente Franklin. Hasta el cromo aquel que nunca aparecía en los sobres que te comprabas de niño. Mas, sin duda alguna, de lo que más orgullosos estaban los dos viejos propietarios del bazar, era de su colección de muñecas. Muñecas antiquísimas, se rumoreaba que la más moderna de aquellas muñecas databa de antes de la Segunda Guerra Mundial, y que había pertenecido a la familia del Presidente Roosvelt. Su valor, como se comprenderá, era poco menos que incalculable. No era, sin embargo, ésta la preferida de Kirby, si no una mucho más vieja, sucia con el trajecito medio descosido, con las manitas de porcelana, y un único ojo de vidrio, a la que el viejecito había bautizado, desde el primer día, con el nombre de Rose Mary, en honor de su única hija, muerta cuando a duras penas tenía tres años, en un horrible accidente de tráfico.
Como ya hemos dicho, Douglas Kirby, caminaba hacia su casa, donde le esperaba su amada mujer, con el plato de cena sobre la mesa, y una amorosa sonrisa en los labios. Recién había cumplido los setenta años, pero conservaba intacto todo su cabello, aunque completamente blanco. Poseía un rostro alargado y fino, ojos pequeños y vivarachos, una nariz prominente, y una boca pequeña, de labios finos, y constante gesto fruncido.
Pocas eran las veces que, fuera de su tienda, se paraba a charlar con sus conciudadanos, lo que había generado el rumor absurdo de que, estaba un poco chiflado. Muchos afirmaban que había traspasado el límite, y lo acusaban de hablar con sus muñecas, cuando se quedaba solo en el establecimiento.
En un bar cercano, mientras tanto.
-¿Vosotros no sois de por aquí, verdad? -Willie, dueño del bar, no quitaba ojo de los dos forasteros que, sentados en una mesa cercana a la puerta, vigilaban, con demasiada atención, la tienda de antigüedades.
-¿Eh? -Uno de los tipos, dedicó a Willie una extraña sonrisa-. No, somos de Chicago.
-Ah -El barman, asintió con un leve cabeceo, y dedicó su atención a un nuevo cliente, que acababa de entrar.
Poco más tarde, William, volvía a interesarse por los dos desconocidos:
-¿De Chicago, ha dicho?
-Así es, de Chicago -respondió, de nuevo, el mismo hombre.
-¿Son anticuarios? -El dueño del establecimiento, hizo un gesto con la cabeza, en dirección a la tienda de Mr. Kirby.
-¡Oh, no! -Contestó esta vez el otro hombre.
-¿Ah, no? 
-No, no.
-Pues, parecen muy interesados en el anticuario -comentó Willie, con tono mordaz e irónico
-Eso, amigo, se debe a que nos gustan las antigüedades -se apresuró a responder, de nuevo, el primero de los dos individuos.
-Ah, pues, en esa tienda, lo máximo que encontrarán, serán muñecas rotas, cubiertas de polvo -y, tras este comentario, Willie, dejó el tema por zanjado, y se dedicó, de lleno, a atender a los parroquianos.
Media hora más tarde, los dos forasteros, salían del bar, y se encaminaban al motel de la viuda Klein, donde habían alquilado un par de habitaciones, las cuales, según su costumbre, no tenían pensado pagar, cosa que llevaban haciendo, impunemente, desde hacía meses, en su recorrido de robos y atracos por los E.E. U.U. 
-¿Crees que el barman hablaba en serio, Roy?
-No. Supongo que lo dijo para despistar. Seguramente se olió lo qué pensamos hacer y pensó que, si nos decía que en la tienda no hay nada de valor, nosotros nos iríamos del pueblo, ¿verdad?.
-Marty, eres un chico listo -el llamado Roy, alzó la cerveza que estaba bebiendo, y brindó a la salud de su compañero.
Horas después, ya entrada la noche, los dos delincuentes, salían de sus habitaciones, y se dirigían a la tienda de Mr. Kirby, llevaban un gran saco de tela.
-Si todo lo que nos contó aquel tipo, es cierto, podemos hacer un gran negocio.
-Pues, Marty, yo no acabo de creérmelo -Roy, se detuvo, y miró a su amigo, mientras rebuscaba el juego de ganzúas en los bolsillos de su pantalón-. Hasta que no lo vea con mis propios ojos.
-¡Mira, ahí está la tienda! -Marty, hizo un gesto a su amigo y, tras comprobar que no había nadie en las cercanías, cruzó la calle, en dirección al bazar de Mr. Kirby.
-Deja, voy a probar con las ganzúas -Roy, sin perdida de tiempo, mientras, su compañero, vigilaba, comenzó a manipular la cerradura de la persiana con el juego de garfios.
-¿Ya está? 
-¡Sí! -Levantaron la persiana lo suficiente, para poder entrar agachados al interior del local-. Comencemos a buscar.
-¡Mira! -Exclamaba, pocos minutos después, Roy, mientras mostraba a su compañero una pequeña cajita tallada en ébano-. ¡Esto debe de valer, por lo menos, trescientos dólares!
-Deja eso -ordenó, Marty, con voz firme-. Aquel hombre, fue claro. Sólo las muñecas.
-O.K. -Roy, devolvió la caja de madera a su lugar, y siguió a su compañero al fondo de la tienda, en busca de la valiosa colección de muñecas antiguas.
-¿Ves algo?
-No, esto está muy oscuro.
-Espera -Marty, rebuscó en los bolsillos de su pantalón, hasta dar con una pequeña linterna-; ahora -encendió la diminuta lamparilla de bolsillo, iluminando, con el pequeño haz de luz, una enorme estantería, repleta de muñecas y muñecos.
-¡Joder, qué susto! -Exclamó Roy, al ver todos aquellos rostros de porcelana, mirándoles desde los estantes.
-¡Chist, calla! -Su compañero, se llevó un dedo a los labios-. Vamos a meterlas en la bolsa.
-Espera -pidió Roy, mientras se alejaba camino de la puerta del local-; me he dejado el saco en la entrada.
-No tardes.
Y, Marty, quedó solo, en el estrecho pasillo de la oscura tienda.
No habían pasado ni un minuto cuando...
-¡FUERA! 
-¡Eh! -Marty, espantado, giró la cabeza hacia el lugar de donde había surgido la voz, sin encontrar otra cosa que las viejas muñecas. 
Mientras, en la entrada: 
-¿Dónde mierda habré dejado el maldito saco? -Iluminándose, a duras penas, con el débil resplandor que entraba por debajo de la persiana, Roy, buscaba la bolsa de tela. 
Finalmente, tras varios minutos de búsqueda, se incorporó, y marchó en busca que su amigo, con intención de pedirle la linterna. 
-¿Marty, estás ahí? -Sin respuesta-. Necesito la linterna
-¡Roy, por favor, ayúdame! 
-¿¡Marty!? -A tientas, el ladrón, siguió la voz de ayuda de su amigo, hasta llegar al lugar donde, hacia escasos cinco minutos, le había dejado para ir a por el saco. Mas, junto a la estantería llena de muñecas, no había nadie Sólo la pequeña linterna, aún encendida, tirada en el suelo. 
-¿Qué está pasando aquí? -Roy, temblando de pies a cabeza, se agachó, y recogió la lamparilla portátil-. ¿Marty, estás ahí? 
-¡FUERA! 
-¿Q-quién anda ahí? -A duras penas pudo evitar el ladrón que, con el susto, la linterna de bolsillo cayese de sus manos. 
Y, entonces, como en una extraña y psicodélica pesadilla Ante los asombrados ojos de Roy, una a una, todas y cada una de las muñecas de la estantería, comenzaron a agitarse, a moverse y ¡A hablar! 
-¡Eres malo! -Murmuraban, mientras, con sus diminutos deditos de porcelana, señalaban al maleante-. ¡Y te vamos a castigar! 
-¡Mierda! -Roy, giró sobre sus talones, e intentó escapar. 
-¿Dónde crees qué vas? -A sus pies, tres muñecos, le cortaban el paso, estirando sus blancos bracitos hacia él-. ¡Vamos a castigarte! 
-¡No, malditos monstruos! -Furioso, y asustado, Roy, comenzó a patear a los muñecos, quebrando sus frágiles bracitos y cabezas de porcelana. 
-¡Asesino, asesino! -Gritaban, desde el estante, aquellas muñecas, que no podían moverse.
-¡Muerte al ladrón! -Se escuchó, de repente, una voz mucho más potente que las otras-. ¡Qué corra el mismo destino que su cómplice! -Y, algo, surgió de detrás de la estantería. 
-¡Mierda, joder, Ostia puta! -Roy, tropezó y cayó al suelo, cuan largo era, al ver aquello que se le venía encima. 
-¡Tu amigo está aquí, conmigo! -Armada con unas pequeñas tijeras de costura, una muñeca, bastante más grande que el resto, avanzaba hacia él, sonriéndole, mostrándole unos blancos dientecillos de plástico. 
-¿Quién, qué eres tú? -El ladronzuelo, intentó reptar hacia atrás, apoyándose en sus codos.
-Me llamo Rose Mary, y soy una linda muñequita -canturreó la muñeca, mientras daba un paso hacia Roy-. Juega conmigo, y seamos amigos. 
-¡Nooo! 
Al día siguiente...
-¿Y, dice usted, Mrs. Klein, que esos dos hombres marcharon sin pagarle el alquiler de las habitaciones? -Nick Travis, Jefe de Policía de Rock Bridges, tuvo esa mañana doble trabajo. Por un lado, el atraco a la tienda de antigüedades del viejo Kirby. Por otro, dos tipos habían marchado, sin pagar, del motelito de la viuda Klein. 
Mientras, en el bazar de Kirby. 
-No se llevaron nada -Lucille Kirby, ayudaba a su marido a recoger las muñecas caídas de las estanterías. 
-Seguramente, no tenían ni idea del valor de estas muñecas -su marido, con gesto amoroso, tomó a Rose Mary del suelo, y la volvió colocar en su sitio, mientras le susurraba en su orejita de porcelana- Muchas gracias.



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